12 Ene Y después de Navidad, ¿cómo perdemos esos kilos ganados?
La Navidad representa, para la mayoría de la gente una acumulación de acontecimientos festivos, asociados a una sucesión de comidas extraordinarias que nos hace salir de nuestra rutina alimentaria. Es difícil escaparse de los excesos. Puede que este descontrol es una buena oportunidad para entender el hecho alimentario y modificar aquello que hacemos incorrectamente dentro de nuestra alimentación.
El primer objetivo de la alimentación es nutrirnos, obtener aquellas sustancias (proteína, carbohidrato, grasas, vitaminas y minerales) que necesitamos para vivir. La ciencia nos indica en qué términos hace falta establecer nuestra dieta para obtener estos nutrientes.
El segundo objetivo de la alimentación es generar bienestar. La sensación de placer que nos da el comer está muy relacionada con el primer objetivo. La evolución de nuestra especie nos ha proporcionado de unos mecanismos, mediados por hormonas, que nos refuerzan las conductas asociadas al comer. Y como seres sociales que somos , comer en grupo se convierte en un acto fundamental de nuestra existencia. Aquí incluimos las comidas y cenas de Navidad.
La cultura es un proceso que se encarga de transmitir información, a nivel individual y de grupo, más allá de la propia biología (genética en este caso). La cultura gastronómica es la transmisión del conocimiento alimentario. Religión, política sanitaria, modas o tendencias, medios de comunicación, industria alimentaria…, son factores que intervienen en nuestra cultura alimentaria y en consecuencia, en nuestra alimentación.
Nuestra apuesta debe ser establecer un estilo de alimentación flexible y sostenible en ele tiempo, con la posibilidad de integrar comidas extraordinarias, pero evitando que nuestra salud se desmorone. Nada de hacer dietas detox, de choque, proteinadas, Dukan, de grupos sanguíneos ni otras barbaridades.
El aumento de peso corporal es consecuencia de seguir una dieta no ajustada a nuestras necesidades, mantenida durante un largo periodo de tiempo. La influencia de hacer una serie de comidas festivas en el transcurso de los quince días que dura la Navidad, tiene una trascendencia mínima en este sentido.
No podemos estar constantemente cambiando de estilo de alimentación. Eso nos supone u gran esfuerzo físico, metabólico, mental y emocional que nos puede agotar las fuerzas necesarias para adquirir un definitivo estilo de vida saludable.
Deberíamos revisar nuestra dieta y hacer los retoques oportunos. Con pequeños cambios, poco a poco y no de forma radical. Utilizando el sentido común.
- Racionalizar los horarios y comer cada 3 ó 4 horas: pequeñas cantidades pero con frecuencia.
- Incorporar alimentos vegetales de forma abundante: ruta, verdura y hortalizas.
- Ajustar la cantidad de proteína que necesitamos.
- Reducir la cantidad de grasa (sobre todo saturada) en nuestra dieta.
- Reeducar nuestro paladar, no hace falta añadir azúcar o sal a todo lo que comamos.
- Minimizar el uso de alimentos procesados en nuestra alimentación: optar por alimentos poco transformados y por cocciones ligeras.
- Controlar el uso de las bebidas alcohól: Cuanto menos, mejor.
- La bebida de referencia debe ser el agua.
Es posible que necesitemos de ayuda para organizar nuestra alimentación. Los dietistas-nutricionistas podemos ayudar a decidir qué y cómo comer y a motivar para hacer los cambios oportunos.
Y paralelamente, hay que moverse con ganas. Tan importante es comer bien como moverse. El deporte, si nos gusta practicarlo, es perfecto. Si no hay otras fórmulas, tales como el gimnasio, la piscina, la danza, que también están a nuestro alcance. O simplemente caminar, subir escaleras y levantarse a menudo de la silla donde trabajamos o del sofá donde permanecemos postrados.
Aprovecha la oportunidad del cambio.